Michael Houellebecq, Plataforma.
En el universo del ser humano todo el mundo de los deseos y del placer, al igual que la mayoría de los planetas que lo componen, es algo artificial, producido. La cuestión es saber a qué nivel regula, en este proceso de producción y desproducción, los mecanismos de poder y control que instauran su superioridad al servicio de sus intereses, en concreto el sexo excesivo, la panificación del todo.
En todo este proceso el artista, aunque no lo parezca, tiene un papel fundamental al conocer y dominar el mundo visual. Es pues, el verdadero productor de deseos y placeres, como Coubert lo era, pero no debe presentar el deseo sino que también debe jugar con la mirada y con la relación que se produce con el que mira. La mirada se convierte así en poder. Esta mirada que muestra al artista ha ido dejando a un lado esa función voyeur, donde el artista otorga identidad, para dar paso a otra mirada donde él se convierte en un medio para escenificar la escena y aquí el interés suscitado se basa en la tensión de representar la escena, en su reflexión. Todo esto funciona, es aceptado en el pensamiento que rige las sociedades donde los principios y los pilares de la vida psíquica de las personas es el “todo se debe y tiene que ser mostrado” que propicia directamente la pornificación absoluta que nos domina. Vivimos en una sociedad donde “el mundo es de papel y con papel se compra” gracias al consumismo, y éste ha hecho del sexo “porno-consumo”, con el agravante de que en las sociedades basadas en el “todo vale” se supera el límite de lo tolerable por el principio de la total tolerancia en este sentido. Todo esto, ha producido que el sexo, la pornografía absoluta de la sociedad, se convierta por medio del consumismo en un necesario producto de primera necesidad.
Lorenzo de la Cruz Morente. M.L.Pictórico grupo A
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